Habitación 1 (2/3)

Afortunadamente para ese punto ya había acabado tambien, y se había arreglado los pantalones perfectamente.

Le miró y luego miró hacia otro lado, realmente no quería preguntar por que de alguna forma sabía la respuesta.

- ¿Estas..molesto?

Se le erizó la piel un momento, no recordaba que alguien se le dirigiera con ese tono y esas palabras hace años, casi (y sólo casi) pudo ver frente a él la imagen de otra persona.

Negó con la cabeza a modo de respuesta, aunque sabía que no le estaban mirando.

Definitivamente se le veía molesto, y no sabía que hacer al respecto. Naturalmente lo hubiera ignorado...
...pero se trataba de él y aunque lo intentara simplemente no podía.

Abrió la boca para decir algo pero no pudo articular nada.

Se puso unos pantalones negros elegidos aleatoriamente del armario y cerró este de golpe, respiró hondo.

Cerró ambos ojos y dió un pequeño salto al escuchar la puerta del armario cerrarse de tal forma. Tragó saliva y inhaló hondamente.

Le mostró su mejilla derecha y finalmente habló de la forma en que debe hacerse para que lo mirara, señaló su propio rostro.

- Golpéame y no te desquites con los muebles -la voz estubo a punto de temblarle pero no lo hizo, se ocupó de sonar lo más determinado posible.

Se dijo una y otra vez que no debía enojarse, no quería poner más tenso el ambiante, pero que le empujara no le facilitó las cosas en ningún precepto. Lo tomó de la muñeca y lo obligó a voltearse fulminándole con la mirada.

- Oi -le llamó usando ese acento que solía utilizar antes con más frecuencia- No sé a ciencia cierta que es lo que pasa, te mentiría si te dijera que te entiendo completamente. Pero estoy más que seguro de que en algo te ayudaría al menos que me dieras un golpe en la cara ¿no? Vamos, sé que es lo que quieres.

Sonrió de costado sin poder evitarlo, a fin de cuentas era lo antes hacía para calmar su enojo. Estubo al borde de soltar alguna frase arrogante y de oscurecer la vista, pero se mordió el labio.

- No veo por qué no -optó por lo simple y soltó sin más.

El entrecejo le tembló, se paró frente a la cama firme, apretando los puños de tal forma que parecía que los nudillos se le pondrían blancos. Sintió que algo en el pecho le atravesaba y amplió la sonrisa sin saber en realidad el por qué.

- No, no lo entiendo -confesó, lo único que entendía ahora era que algo le molestaba dentro al escuchar su nombre pronunciado de esa forma- Y no quiero irme, si quieres que me valla no saldré de aquí tampoco.

No iba a llorar, las cosas no se solucionaban con lágrimas, y aunque justamente una se deslizó por su mejilla cuando el otro le daba la espalda, la limpió de forma ruda con el revés de la mano rehusándose a pensar que estaba lagrimeando por algo como eso.

- ¡Quiero que me expliques que es lo que pasa! Maldición -se ocupo de que tono sonara perfectamente fluído y creyó haberlo logrado.

Se le encojió el pecho, realmente esas palabras fueron comparables a un balde de agua...no, de hielo del más frio en todo el cuerpo.

- Weillschmidt -le llamó como no lo hacía hace tanto, en segundos ya le abrazaba por la espalda- N-No me harás daño... enserio. No sabía que te dolería tanto, lo siento -se encojió de hombros para decir lo segundo- No se cómo puedes decir eso, puede que sea menos doloroso que me calle de una maldita vez para siempre -forsando una sonrisa, que resultó temblorosa.

Se sintió aliviado de que le abrazara, no importaba si era de forma brusca o no, simplemente con el hecho de tenerlo cerca su sonrisa se hizo un poco más sincera.

- Jeg elsker dig -se abrazó a él lo más fuerte que pudo en su estado tembloroso. Y no dijo nada más.

" Mierda " Pensó al sentir que los ojos se le empapaban, restregó su cara en el pecho del otro esperando que eso parara de una vez sus ganas de llorar y luego le miró a los ojos.

- Prometo que no dejaré de hablarte nunca más.

Genial, ahora si tenía ganas de llorar. Entrecerró los ojos y escondió la vista en su hombro.

- ¿C-Como puedes ser tan tierno conmigo aún cuando me he comportado como un completo idiota?

Apretó los dientes lo más que pudo, iba a replicarle pero no era preciso. Se quedó ahí, tranquilo por una vez en su agitada vida, alzó el rostro y le contempló conteniendo las lágrimas.